domingo, 16 de noviembre de 2008

¡Al diablo con todo!

(Portada de La metamorfosis)
La metamorfosis
Capítulo I
Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontróse en su cama convertido en un monstruoso insecto. Hallábase echado sobre el duro caparazón de su espalda, y, al alzar un poco la cabeza, vio la figura convexa de su vientre oscuro, surcado por curvadas callosidades, cuya prominencia apenas si podía aguantar la colcha, que estaba visiblemente a punto de escurrirse hasta el suelo. Innumerables patas, lamentablemente escuálidas en comparaclon con el grosor ordinario de sus piernas, ofrecían a sus ojos el espectáculo de una agitación sin consistencia.
— ¿Qué me ha sucedido?
No soñaba, no. Su habitación, una habitación de verdad, aunque excesivamente reducida, aparecía como de ordinario entre sus cuatro harto conocidas paredes. Presidiendo la mesa, sobre la cual estaba esparcido un muestrario de paños —Samsa era viajante de comercio —, colgaba una estampa ha poco recortada de una revista ilustrada y puesta en un lindo marco dorado. Representaba esta estampa una señora tocada con un gorro de pieles, envuelta en un boa también de pieles, y que, muy erguida, esgrimía contra el espectador un amplio manguito, asimismo de piel, dentro del cual desaparecía todo su antebrazo.
Gregorio dirigió luego la vista hacia la ventana; el tiempo nublado (sentíanse repiquetear en el cinc del alféizar las gotas de lluvia) infundióle una gran melancolía.
—Bueno —pensó —; ¿qué pasaría si yo siguiese durmiendo un rato y me olvidase de todas las fantasías ? —Mas era esto algo de todo punto irrealizable, porque Gregorio tenía la costumbre de dormir sobre el lado derecho, y su actual estado no le permitía adoptar esta postura. Aunque se empeñaba en permanecer sobre el lado derecho, forzosamente volvía a caer de espaldas. Mil veces intentó en vano esta operación; cerró los ojos para no tener que ver aquel rebullicio de las piernas, que no cesó hasta que un dolor leve y punzante al mismo tiempo, un dolor jamás sentido hasta aquel momento, comenzó a aquejarle en el costado.
—¡Ay, Dios! —díjose entonces —. ¡Qué cansada es la profesión que he elegido! Un día sí y otro también de viaje. La preocupación de los negocios es mucho mayor cuando se trabaja fuera que cuando se trabaja en el mismo almacén, y no hablemos de esta plaga de los viajes: cuidarse de los enlaces de los trenes; la comida mala, irregular; relaciones que cambian de continuo, que no duran nunca, que no llegan nunca a ser verdaderamente cordiales, y en que el corazón nunca puede tener parte. ¡Al diablo con todo!
La metamorfosis
Franz Kafka


¡Al diablo con todo!
Kafka no quería que su obra La metamorfosis se ilustrara con un escarabajo (“¡Esto no, por favor! (…) El insecto mismo no puede ser dibujado. Ni tan sólo puede ser mostrado desde lejos. En caso de que no exista tal intención, mi petición resulta ridícula; mejor. Les estaría muy agradecido por la mediación y el apoyo de mi ruego, Si yo mismo pudiera proponer algún tema para la ilustración, escogería temas como: los padres y el apoderado ante la puerta cerrada, o mejor todavía: los padres y la hermana en la habitación fuertemente iluminada, mientras la puerta hacia el cuarto contiguo se encuentra abierta.”Fuente:LA CASA DE LOS MALFENTI //EDICION: INVIERNO 2001), en Itaca, ilustré la entrada con un grabado de escarabajos, aquí, con la portada de la editorial que respetó sus deseos. ¿Está en la transformación en escarabajo la clave de la obra? No lo creo, en el Asno de oro de Apuleyo, la transformación en asno sirve al desarrollo de la novela y el escarabajo lo hace igualmente. ¿Dónde está entonces la clave de La metamorfosis? Puede que en una frase: ¡Al diablo con todo! Un viajante, un comercial, tiene todo el derecho del mundo a mandar al mundo a tomar por culo. Cualquier viajante aseverará lo que digo. La gran verdad es que «el mundo no nos necesita» (esa es la hartura del Barón de Münchausen), ya seamos un escarabajo o Einstein. ¿Y entonces? ¿Quién nos necesita? Convirtiéndonos en escarabajo, lo averiguaremos como lo hizo Gregorio Samsa.
Luis Markos
Aquí La metamorfosis

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