domingo, 7 de junio de 2009

«rasguillo curvo»

Franz von Bayros : Ex-libris of ''Sweet Snail''.(Imagen girada).Fuente:Wikipedia
Perdón imposible
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¡Maravillosa coma!
La palabra coma proviene del griego comma, que significa ‘trozo, corte’, y en efecto: la coma representa el menor corte, la pausa más pequeña que se marca dentro de un enunciado. Tiene la forma de un «rasguillo curvo», según lo definía hace un siglo una ortografía para niños. Con su forma y su función moderna ya estaba en uso a mediados del siglo XVI.
Una de sus utilidades es unir oraciones —o partes de una oración— que tienen la misma función, como en estos ejemplos de Baroja y Alberti:

Dolorcitas y yo jugábamos como chicos, recorríamos la casa, subíamos a la azotea, íbamos al miramar.

¡Fue un gran año aquel 1927! Variado, fecundo, feliz, divertido, contradictorio.

Puede suceder que el último término de una enumeración vaya unido por la conjunción y, y en ese caso no lleva coma, como en esta frase de una web guatemalteca, que contiene dos enumeraciones, una dentro de otra:

Realizamos un acto cívico en la Municipalidad, compartimos un suculento almuerzo y después nos entregamos a cortar peras, manzanas y ciruelas.

Fijémonos en que a pocas palabras de distancia la coma está funcionando a dos niveles muy distintos: uniendo oraciones («realizamos...» y «compartimos...»), y uniendo complementos directos dentro de la última oración («peras» y «manzanas»). Puede parecer extraño decir que la coma une, pero es así: si suprimiéramos los miembros que llevan la conjunción lo más normal sería que las comas se transformaran en y:

Realizamos un acto cívico en la Municipalidad y compartimos un suculento almuerzo. Después nos entregamos a cortar peras y manzanas.

Pero en realidad lo que decide el significado de la coma es la preposición que está al final de la enumeración: el siguiente artículo del Código Penal castiga la «fabricación o tenencia» de materiales o de instrumentos o de sustancias..., porque la enumeración la cierra la conjunción o.

La fabricación o tenencia de útiles, materiales, instrumentos, sustancias, máquinas, programas de ordenador o aparatos, específicamente destinados a la comisión de los delitos descritos en los capítulos anteriores, se castigarán con la pena señalada en cada caso para los autores.

Por otra parte, ¿por qué se ha puesto una coma tras «aparatos»? Tal vez para que no haya ninguna duda de que la frase «específicamente [...] anteriores» se refiere a todos los miembros de la lista, desde los útiles hasta los aparatos (y no sólo a estos últimos). La prosa legal no debe dejar margen para la ambigüedad, aunque a veces lo consiga mediante la sobrepuntuación.

Sin motivo, no hay por qué poner una coma antes de la conjunción y u o de una enumeración. Ponerla antes de y era frecuente en la época de Cervantes —lo veremos en el capítulo 10—, aunque hoy no se usa (en inglés, en cambio, es muy frecuente verla, de modo que los traductores deben estar alerta). Sin embargo hay casos en los que indica la adición de nuevas circunstancias cada una de las cuales refuerza la impresión inicial, como este ejemplo de Miguel Mihura (en el que sin embargo me sobra la segunda coma, tras «niños»):

Pero el niño seguirá llorando desconsoladamente, con ese terrible llanto de los niños, que no parece circunstancial, sino definitivo: un llanto que les seguirá ya siempre, aun cuando tengan setenta años, y sean ya viejos, y tengan barbas y bigotes, y ocupen un cargo de gran director en una oficina.

La coma que puede asegurarse con alta probabilidad que es innecesaria es la que separa el sujeto y el verbo de una oración. Veamos esta declaración cubana:

Todos los hombres, merecen un trato social sin discriminación alguna;

Esta coma tras el sujeto no hace ninguna falta (salvo cuando se inserta algún tipo de aclaración o complemento, como sería «Todos los hombres, jóvenes o viejos, merecen...»). Sin embargo, se la encuentra con cierta frecuencia en escritos de personas poco cultas. Hay quien ha justificado la necesidad de usarla cuando el sujeto es extenso, «porque la frase es larga, y es menester poder respirar», como en este ejemplo de un tratado de hace medio siglo:

Las telas catalanas tejidas con esmero en Sabadell, son muy buenas

La verdad es que esta frase es larga, y que —puestos a hacer una pausa para respirar— uno lo hace con más tranquilidad entre dos elementos funcionalmente independientes (sujeto y verbo) que entre un nombre y su adjetivo (como entre «telas» y «catalanas»), pero también es cierto que la puntuación no refleja necesariamente todas las pausas habladas: lo veremos en el siguiente capítulo.

Las comas también pueden aislar un complemento en el seno de la frase, como en este caso de las memorias de Alberti en las que se cuenta cómo Lorca le presentó a Dalí:

Federico, en una de mis espaciadas visitas otoñales, me lo presentó

Si la frase siguiera el orden normal no harían falta comas: «Federico me lo presentó en una de mis espaciadas visitas otoñales».

La coma se ha convertido en el representante de la menor porción de un escrito, en frases hechas como «no tocar ni una coma»:

El secretario de Estado para el Deporte, Jaime Lissavetzky, ha dicho [...] que el actual Gobierno no cambiará «ni una coma» de la Ley del Deporte en lo que se refiere a la exclusividad de las selecciones españolas para representar al Estado internacionalmente.

Este signo suele también usarse para ejemplificar las consecuencias que puede acarrear aun el menor de los cambios (ya hemos visto en el Prólogo el caso atribuido a Carlos V). En las letras españolas hay un ejemplo famoso al final de Los intereses creados de Jacinto Benavente:

CRISPÍN.— Y ahora, doctor, ese proceso, ¿habrá tierra bastante en la tierra para echarle encima?

DOCTOR.— Mi previsión se anticipa a todo. Bastará con puntuar debidamente algún concepto... Ved aquí: donde dice... «Y resultando que si no declaró...» Basta una coma y dice: «Y resultando que sí, no declaró...» Y aquí: «Y resultando que no, debe condenársele...», fuera la coma y dice: «Y resultando que no debe condenársele...»

CRISPÍN.— ¡Oh, admirable coma! ¡Maravillosa coma! ¡Genio de la Justicia! ¡Oráculo de la Ley! ¡Monstruo de la Jurisprudencia!

El descuido o la oficiosidad de los correctores pueden provocar más de un problema. Recojo el siguiente caso del periodista Néstor Luján[nota], que en 1984 escribía en La Vanguardia a propósito de las devastaciones de la Revolución Francesa:

En una zona de la Vendée tan sólo, el 40 por 100 de la población fue asesinada y el 52 por 100 de la riqueza se destruyó.

Y aquí está el texto tal y como fue publicado:

En una zona de la Vendée, tan sólo el 40 por 100 de la población fue asesinada y el 52 por 100 de la riqueza se destruyó.

¡El corrimiento de la coma convirtió al bueno de Luján en un adalid de la violencia revolucionaria!

Y hay un ejemplo famoso que puede indicar las consecuencias incluso teológicas que puede tener la puntuación: se trata de la interpretación del pasaje evangélico de Lucas, 23, 43. Las palabras de Jesús al «buen ladrón» se traducirían literalmente así:

Verdaderamente te digo hoy conmigo estarás en el paraíso

En la escritura de la época no había, claro está, signos de puntuación, con lo que cabe una ambigüedad de interpretación. La puntuación del texto se encarga de resolver el sentido, para los católicos:

Verdaderamente te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso

y para algunos protestantes:

Verdaderamente te digo hoy, estarás conmigo en el paraíso

La diferencia tiene profundas consecuencias doctrinales sobre el cielo y el purgatorio (a las que no podemos ni asomarnos), pero para nuestros fines baste notar que se trata de una ambigüedad resuelta mediante la puntuación: en las traducciones que hemos manejado se trata de una coma, aunque en otras se resuelve con los dos puntos, o incluso sin puntuación, con una oración subordinada:

De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso

De cierto te digo hoy que estarás conmigo en el paraíso

Sí: no olvidemos que la puntuación es sólo una de las formas en que se puede dar cuenta de la estructura de una oración...

Perdón imposible
Guía para una puntuación más rica y consciente
José Antonio Millán

Lencería de la escritura

Perdón imposible, es una "Guía para una puntuación más rica y consciente" y es exactamente eso. El estilo en que está redactado a mí personalmente me raspa algo. Quizás se trate de una virtud (que yo no se ver) del propio texto pues te obliga como lector a ir más parsimonioso, obteniendose a cambio una visión más profesional del significado de los signos de puntuación que visten nuestros escritos:
"Las letras son el cuerpo de un texto, pero rodeándolas hay una nube de pequeños signos, a los que apenas prestamos atención, que constituyen el auténtico espíritu de las palabras. Los signos de puntuación son objetos misteriosos, que coexisten con las letras, pero no lo son: son las "letras de la cabeza", como decía una niña de cinco años, que se "piensan pero no se dicen".
Los textos escritos llegaron de la lectura en voz alta a la muda y los signos de puntuación se han hecho tan necesarios como las indicaciones de un mapa. Puntuar bien convierte una frase de imprecisa en rotunda. Imagínense una película en la cual los actores desde el principio al fin fuesen sin vestir, esos personajes son frases de la película que a su vez es el texto. El resultado de nuestra sesión de cine sería sensual al principio y de hastío o risa al final. El despiste visual sería extremo. Un pene o unos pechos bamboleándose necesitan un "marco", unos signos de puntuación.Es posible ver una película en la que la desnudez sea total, si lo "exige el guión", de igual modo se puede leer un libro de cuatrocientas páginas sin signos de puntuación. Pero si yo fuese editor me cuidaría mucho de que lo "exija el arte". Si lo que se desea es un happening del lector con la lectura, adelante, fuera los signos de puntuación; pero la lectura no es la obra, es el continente de la mísma.
La lectura de esta obra de José Antonio Millán, te hace economizar signos, eliminar énfasis innecesarios, poner la liga en el muslo y la gargantilla donde corresponde. No es necesario señalar con una flechita un lunar, el lector lo percibe perfectamente. Y el sitio donde se ponen los signos ha de ser el apropiado: una bufanda en la cintura de un cuerpo desnudo ha de tener un significado, sino desorienta al lector.A nadie se le ocurriría escribir:"¡el sol salió por el este!", pues es de sobra conocido por todos que es así. Pero escribir: "¡¡¡el sol salió por el oeste!!!, es un aldabonazo en el ojo. Desde luego que tal suceso merecería esos signos de exclamación que se han puesto y alguno más tampoco parecería demasiado. La cuestión suele ser que cuando uno revisa sus escritos al cabo del tiempo, lo hace con una mirada tan afilada como la navaja de Occam y sobran adjetivos y signos de puntuación y frases enteras que no añaden nada al relato.
El libro de José Antonio Millán se abre con el problema de una coma en un escrito, dicha coma "cambió la suerte de algún desgraciado..."

Luis Markhos

La página web de José Antonio Millán (un auténtico portal de contenidos)
Sobre él en la Wikipedia
Entrevista de Susana Pajares Toska

1 comentario:

candela dijo...

seduna de las mejores paginas que use y me sirvió mucho..gracias......♥